Cuando salimos de vacaciones, ansiamos descansar del estrés y la rutina de todo el año. Buscamos poder “desconectarnos”. Pero esta búsqueda de desconexión puede llevarnos a sentarnos en la misma silla, en la misma playa… año tras año.
 
Si deseamos unas vacaciones que nos hagan volver más energizados, relajados y motivados, necesitamos mucho más que una desconexión: necesitamos una conexión con aspectos de nuestra vida que usualmente no tenemos en cuenta. De esta manera, además de regresar descansados… regresaremos renovados. 

En los últimos años, surgieron nuevas formas de concebir el tiempo libre y las vacaciones, que nos permiten una verdadera renovación. Estas nuevas maneras de hacer turismo presentan algunas particularidades. Estos viajes son muy renovadores, porque apuntan a nuestro bienestar, crecimiento y equilibrio. Veamos algunos ejemplos:

 
– Ecoturismo: se practica en áreas naturales poco alteradas por el hombre. Además de ofrecer descanso y recreación, esta alternativa permite desarrollar conciencia y sensibilidad ambiental. Es un turismo muy sinérgico, porque ofrece una experiencia positiva para el visitante y para el anfitrión. Estos viajes cambian la percepción que tenemos acerca de la naturaleza. Esta forma de viajar contribuye a renovar nuestra relación con el entorno.
 
– Turismo rural: introducirse en las actividades del campo, además de ser otro punto de encuentro con la naturaleza, permite descubrir una forma de vida muy diferente a la propia, degustar otra gastronomía y asistir a espectáculos que no se ven en la ciudad como También brinda la oportunidad de realizar trabajos que rompen con el sedentarismo y permiten desarrollar nuevas habilidades: el ordeñe, la siembra, la cosecha, la yerra, etc… El turismo rural es una forma de renovar hábitos, conocimientos y habilidades.
 
– Turismo espiritual: a través de actividades de meditación, capacitación, visita a templos y retiros en contacto con la naturaleza, ofrece una opción para reenergizarse y re-conectarse con uno mismo. Estos viajes nos permiten renovar la fe, o iniciar una práctica espiritual.
 
– Turismo histórico: el objetivo de estos viajes es conocer la tradición, el folklore y el patrimonio de un lugar. En ellos, se aprende a reconocer la conexión entre el pasado y el presente, a apreciar la arquitectura y el arte. El turismo histórico contribuye con nuestro crecimiento intelectual.

– Turismo cultural: a través de estos viajes, nos acercamos a las culturas autóctonas y conocemos a los habitantes de los lugares que visitamos. El turismo cultural contribuye a promover la comprensión, la cooperación y la fraternidad entre personas de diferentes lugares y nos brinda la oportunidad de renovar nuestras relaciones.
 
El espíritu de los viajes es enfrentarse a circunstancias diferentes que disparen otras conductas, perspectivas y modos de pensar. Viajar es buscar la diferencia. La cuestión es cuán diferentes estamos dispuestos a que sean nuestras próximas vacaciones.

Normalmente, ¿qué nos traemos de las vacaciones? ¿Las fotos? ¿El bronceado? ¿Un sombrero? Estas cosas muestran que estuvimos allí, pero no tienen un impacto significativo en nuestras vidas. Nada cambia si -al volver- seguimos pensando, sintiendo y actuando como antes.
 
Afortunadamente, en lugar de regresar de las vacaciones con piedras o caracoles, nuevas formas de turismo nos permiten regresar con cosas más valiosas: nuevos conocimientos, nuevos hábitos, nuevas relaciones, una mejor salud, una plena armonía con el entorno, un equilibrio espiritual, etc…

Las vacaciones pueden ser una verdadera transformación en nuestras vidas… una renovación duradera que no desaparezca el día que desarmamos las maletas.
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