Una de las principales razones por las cuales el arte ocupa un lugar privilegiado entre las formas de expresión de las personas, es su capacidad para trasmitir emociones. El proceso artístico conecta a una persona con sus sentimientos y le facilita su comprensión y exteriorización. Esto ha llevado a incorporar el arte en algunos tratamientos de salud mental, bajo el nombre de arteterapia, o terapia artística.

A finales del siglo XIX, los psiquiatras franceses Ambrose Tardieu y Paul-Max Simon, publicaron estudios sobre el simbolismo del trabajo artístico de algunos enfermos psiquiátricos. Ellos vieron -por primera vez- la terapia artística como una herramienta efectiva para identificar diferentes trastornos mentales.

Algunos años más tarde, basándose en las teorías de Freud y Jung, los psicólogos descubrieron que los símbolos visuales y las imágenes, eran la forma de comunicación más accesible y natural para arribar al subconsciente humano. La terapia artística ofrecía al paciente la posibilidad de visualizar y reconocer los pensamientos y sentimientos que habitaban en su inconsciente.

Este tratamiento -ya extendido ampliamente en psicología y psiquiatría- alienta a los pacientes a identificar las emociones sobre las que no pueden hablar y a plasmarlas en una pieza artística. Luego, orientado por el terapeuta, el paciente analiza la obra realizada y procura comprender su significado. Este análisis permite al psicólogo comprender los sentimientos del paciente y trabajar sobre ellos de manera constructiva. Esta terapia puede practicarse en psicología individual, familiar, o de grupo.

La terapia artística es un enfoque particularmente útil con niños, quienes poseen habilidades de lenguaje limitadas y suelen tener dificultades para hablar sobre aquello que les sucede. A través del dibujo y de otras técnicas artísticas, los niños comienzan a enfrentar sus problemas, aunque no puedan identificarlos, o darle un nombre a sus emociones. Este tratamiento también es valioso en adolescentes, a quienes -generalmente- les cuesta manifestar una crisis interior.

Además de su uso en tratamientos psicológicos y psiquiátricos, la terapia artística se utiliza en medicina para tratar enfermedades orgánicas. Esta ampliación se sostiene en la probada conexión entre la salud mental y la física. La arteterapia, si bien por sí sola no alcanza para curar una enfermedad, puede -al menos- aliviar los dolores experimentados, o recuperar funcionalidades corporales. Por ejemplo, a las personas con impedimentos físicos, la actividad artística les provee una estimulación sensorial muy significativa en su rehabilitación, ya que les permite ejercitar la vista, el movimiento de las manos, la coordinación y la memoria y estimula su sistema neurológico.

Para practicar arteterapia, un terapeuta debe contar con los materiales apropiados y el espacio necesario para desplegar las diferentes técnicas que requieren estos tratamientos. Además, debe estar dispuesto a invertir más tiempo que en una sesión tradicional. Si un paciente se involucra en estos tratamientos sin la orientación de un profesional capacitado, los materiales, el espacio y el tiempo necesarios, no tendrá una experiencia satisfactoria.

Las terapias artísticas se enfocan en el proceso de creación, no en el producto final. Muy posiblemente, la pieza resultante nunca se termine y nadie la vea: lo importante es el trabajo de crearla. De este proceso, extrae el profesional su análisis.

A través de la arteterapia, una persona puede obtener los siguientes beneficios:

Auto-descubrimiento
Satisfacción personal y autoestima
Seguridad
Alivio del estrés

El arte contribuye con la salud física, mental y espiritual de las personas. Para quienes no se sienten capaces de expresarse, visitar un museo -o mirar un libro de pinturas- puede ser de ayuda. Lo fundamental es la estimulación y la riqueza de experiencias que todo acto artístico despierta.

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