A fines de la década del sesenta, un profesor de psicología llamado Robert Rosenthal, realizó el siguiente experimento: reunió a los maestros de una escuela y les mostró un test realizado entre los estudiantes, que indicaba que algunos eran más “brillantes” que otros. “De estos alumnos pueden esperar grandes resultados”, les aseguró.
 
En realidad -y respondiendo a los objetivos del experimento- ese test fue simulado por Rosenthal, para inducir a los maestros a pensar que determinados alumnos tenían más potencial que el resto. Sin embargo, al cabo de ocho meses, esos alumnos efectivamente obtuvieron mejores calificaciones que el promedio de la clase.
 

Como los maestros creían en los alumnos supuestamente “brillantes”, les brindaron más atención, más apoyo, más tiempo y más retroalimentación. Esta abundancia de condiciones, se tradujo en un mejor aprendizaje y -luego- en mejores calificaciones. ¡Aquellos niños no se destacaron!  por ser inteligentes, sino porque sus maestros creyeron que lo eran.

 
A través de su experimento, Rosenthal descubrió que las expectativas de los maestros se reflejaban en el desempeño de los alumnos. Su conclusión fue la siguiente: mientras más altas son las expectativas que tiene una persona respecto a otra, más probable será que ésta última logre resultados positivos. Este descubrimiento puso en evidencia un fenómeno que se conoce con el nombre de “Efecto Pigmalión”.
 
Según la mitología clásica, Pigmalión fue un rey de Chipre, apasionado por la escultura. Durante mucho tiempo, trabajó con tanta dedicación una figura de marfil con forma de mujer que -según él- no existía ninguna mujer viva tan bella y perfecta como la que él modelaba con sus manos.
 
Todos los días trabajaba para darle toques de perfección a su escultura y todas las noches suspiraba para que fuese de carne y hueso. Tan enamorado estaba Pigmalión de su escultura, que hubiese dado todo lo que tenía para que cobrara vida. Un día, los dioses se compadecieron de Pigmalión y dieron vida a su creación, convirtiéndola en la hermosa mujer que el rey creía que era.
 
La lección de este mito es que, si creemos que alguien es de determinada manera, puede convertirse en aquello que creemos que es. 
 
El Efecto Pigmalión no ocurre únicamente en las escuelas, sino también en las organizaciones. Cualquiera puede experimentarlo en el trabajo: si su jefe espera lo mejor de usted y se lo hace saber, es muy probable que usted exhiba un alto desempeño.
 
Pero si tiene un jefe que no confía en su capacidad y que tiene bajas expectativas respecto a su rendimiento, es muy probable que -más tarde, o más temprano- usted cometa un error, u obtenga resultados negativos.
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